Frenesí



Era como un frenesí, que me entraba por el oído derecho y hacía nido justo ahí abajito donde ya dejaba de ser yo si temblaba. Cada vez que me llamaba cabrona y me echaba esas miraditas como de “aquí te vas a morir”, era una urgencia decirle “mátame ya”, y entonces apagar la alarma y soltar maletín y miedos, descoser las amarras y dejarse caer, lo más hondo, lo más oscuro, más allá.
De semana en semana y hasta meses enteros si la cuenta estaba en rojos, las miradas y las palabras se encontraban, y aún así aquello era más que una simple sumisión, como un falso trámite cuando se sabe que ya todo está perdido.
Apenas lo escuchaba y entonces ya era suya, convertía ese momento en mi “para toda la vida” aunque afuera las calles eran un caos. 
Yo que nunca he esperado ni contratos ni calendarios congelados, un solo instante en sus brazos y ya, el cielo se nubla y los truenos caen al mismo tiempo, mientras un rayo me surca de cabeza a pies, como lámina de mil hojas que me parte el cuerpo a la mitad, y un grito se regala poderoso a la tierra entera, en el julio más ardiente, bajo la noche que se llena de estrellitas y suspiros de sal, mientras tu voz se va perdiendo "cabrona, cabrona, cabrona…"

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