CUENTO DE NAVIDAD II
Alfredo fumaba un cigarrito, antes del trabajo, tenia en su
nuevo trabajo ya diez meses, y era la primera navidad en la que trabajaría para
la prestigiosa tienda de juguetes.
Este día se disfrazaría de Santa Claus, el gordo regalón y regalaría
tickets de compras, como cada navidad hace esa tienda, obviamente, dichos
tickets no ofrecen mas que un 20% de descuento, al sobre valorado precio que le
dan a los juguetes.
Mientras se ponía el pantalón rojo, por la maldición de la
Coca-cola que ha San Nicolás le caía, recordó su infancia, en un recóndito
pueblo del interior, jugando en las navidades mas tempranas con un rín de
llanta de bicicleta, por los verdes paisajes de su fecunda tierra, abrochóse la
faja.
Mientras se encasquetaba en la tersa seda roja que cubrirían
su cuerpo, previamente rellanado con papel arrugado, en cantidad amplia
contraria a la masa corporal de Alfredo, recordó las primeras cartas que le
escribiría al Gordo que vive en el Polo norte, y como durante años, no pasó
nada al día siguiente, nada mas bajo el árbol que el nacimiento improvisado de
madera, bajo un “arbol” igual de improvisado, consistente en ramas, forradas de
Algodón… Alfredo aprendió por esa época a Fumar, empezaba a fumar, pensando que
quizás el gordo había aplastado un Reno y el trineo no daba para más, y por eso
este no llegaba, pensaba esto, acumulaba esto, sentado en la entrada de su
casa, al lado izquierdo, mientras miraba como los cultivos, habían llenado todo
lo que antes era verde.
Los botones se terminaban de abrochar, y mientras se ponía
la barba postiza, recordaba cada año, cada nueva excusa que ponía a la ausencia
de San Nicolás, un perro lo atacó, La Señora Claus se puso demasiado melosa a
ultima hora, La Señora Claus era una celosa de las mujeres tercermundistas, Se
emborrachó el gordo, se la pasó la chicha, se le pasó el alcohol, no tenía
chimenea, hasta que la Navidad, en que emigró a la ciudad y concluyó:
“simplemente no existe”
Las sexis acompañantes del gordo, ya estaban listas para su
arríbo, en sus “típicas minifaldas mostrando media tanga y escotes mostrando
media teta…
Se acomodó el sombrero y se vió al espejo, se dio cuenta que
no había llevado regalos a su propia casa, el era Santa Claus, tenía las
señales inequívocas, viajaba en Trineo dentro de la Plaza Comercial, Tenía
Renos, Se vestía Color Envase de coca-Cola, Tenía Barba, era gordo, viejo,
decía jo-jo, tenía que ser el, tenía que ser él mismo.
Y lo mas importante, se dio cuenta… tenía los regalos, unos grandiosos ticket de compras que
regalaría a los niños… ricos… que pudieran pagar el otro 80% del precio…
Esa es la razón por la que en realidad no fue, ni el ni su
familia, jamás habrían podido pagar el resto del 80%...
Encendió un cigarrillo y otro más, hasta que pudo agarrar el
coraje de escupir al espejo y gritarle a ese títere de mercadeo: ¡Viejo
Maricón!
3 comentarios:
Siempre te digo lo mismo: me gustan mucho tus cuentos.
Este es real,triste y tiene un final excelente!
Te dejo besos!
Bel
Coincido con Bel, y como ya te dije, muy descriptivo, muy exacto a la hora de enmarcar sensaciones y circunstancias.
Un abrazo, José!!
Tarde mejor que nunca, me encantoooooooooooo sinceramente....
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