Ni tréboles ni sal


 Yo nada más iba pasando por ahí como quien pasa por el campo de minas sin saberlo; hay momentos en que no valen los ajos ni las patas de conejo, ni rezar los padres nuestros que dijo el padrecito. Y otras veces, te vas de frente sin tomar precauciones, así como esa vez. Cualquier día, sin pensarlo, me topé con tus ojos pequeños, el cabello espeso, la marca en la mejilla, tus pocas palabras, y ahí se fue todo al carajo. Desde entonces hubo que cargar con cruz de plata, una herradura, el trébol de cuatro hojas y hasta una bolsita de sal en el chaleco antibalas. Pero cuando caes, no hay paracaídas ni talismanes que te salven del amor, ni más remedio que el tiempo y la distancia, así pasen veinte años o exploten antes las minas bajo tus pies.

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