La música en mis venas







3.-La música en mis venas

Recién cumplidos los doce, una semana después justamente, llego ese día fatídico y glorioso, el día que me di cuenta que la vida puede ser una mierda, o puede ser algo maravilloso… el mismo día encontré los causantes de ambos sentidos, la muerte y la música, los muertos y los que vivieron…
La calle, del barrio de toda mi vida, camino al cementerio, estaba lodosa, tres días consecutivos de lluvia, la habían transformado en un pantano, Mi hermano mayor, caminaba a mi lado, había llorado toda la noche, y el era quien se encargaría de todo ahora, tenia dieciocho años, mi hermana menor de cuatro, correteaba por la calle, enlodándose, gritando y jugando con otros chiquillos, yo , aun no estaba seguro de que es lo que pasaba, miraba a mi madre encerrada en aquel cajón de madera, inmóvil, ni una sonrisa, ni una mirada, ni una palabra, un regaño o consejo, solo en paz aparente…
La bajaron poco a poco, a una fosa común, le echaron tierra encima, mientras mi hermano, contenía las lagrimas, triste, como jamás lo había visto, ni lo volvería a ver, y mi hermana alegre, como si no se enterara de nada de lo que pasaba… yo empecé a tener miedo, sabia, que mama no iba a volver, porque hacia tres años, le habían hecho lo mismo a mi padre…
La gente empezó a abrazarnos, unos lloraban, y nos ordenaron, irnos donde mi abuela; el cementerio empezó a quedar sin vivos, hasta quedar solo mis hermanos y yo; Gabriel, mi hermano, se sentó junto a la lodosa lapida, triste y con la mirada perdida, mi hermana jugaba a vestir y desvestir tumbas, con los arreglos florales, que intercambiaba; yo, noté algo, justo cuando la lluvia empezó a tocar mi cabello y el viento me soplaba fuerte a la cara, escupiéndome el cielo con toda su terrible piedad…
No estábamos solos en aquel lugar, había unos hombres, vestidos de negro, que tocaban unos instrumentos, que más tarde me enteré que eran, guitarras, acordeones, bandoneones y charangos, y otros instrumentos más, que en este preciso momento no recuerdo, pero no fue su aspecto lo que detuvo mi mundo unos segundos, fue el sonido que hacían aquellos hombres a través de los instrumentos que gritaban al compás de su alma…
Mi hermano les dió algo de dinero, para que se fueran, pero ellos seguían tocando, justo cuando mi alma se desmoronaba por el temor de verme solo, ese sonido que fabricaban aquellos artefactos, la parecían levantar, sentí como mi vaciado espíritu se llenaba de nueva cuenta, sentía cada nota musical, recorrer mis entrañas y posarse allí, en lo mas hondo de mi ser,
Ese día descubrí la música realmente, ese día le encontré el sentido a que esta existiera, ese día fue el peor de mis días, y el mejor de ellos.



4 comentarios:

Flora Isela Chacón dijo...

un relato lleno de fuerza, sólo un detalle, donde dice fosa común, así se le conoce cuando sepultan a alguien no reclamado, despedido, llorado, recordado por nadie, y en este caso no es.

Setho dijo...

Flora! mil gracias x comentar y por la observación, trate de referirme a una fosa común y corriente, sin nada de especial, no aplique bien entonces el concepto de la fosa común, reitero las gracias por leer y comentar... :D

Lluvia de abril dijo...

Siempre me gustó tu manera de contar... Admiro la manera en que lográs crear imágenes totalmente palpables con palabras...Esta por ejemplo:
"el cementerio empezó a quedar sin vivos, hasta quedar solo mis hermanos y yo"
Gracias José!
Besos...
Bel

Setho dijo...

Gracias a vos Bel!
un abrazo!