29,30,31,32 de 100 sonetos y un suicidio

XXIX

FRENTE AL ESPEJO

Enfrente estoy frente al ser del espejo
testigo de mi piel y mis raízes,
más padre,más cadaver,más añejo,
retrato de mi tez con cicatrizes.

Al frente de un conmigo transitorio
buscándome en un yo desconocido,
esquelético mortal y mortuorio
opaco del alma y del latido.

Vista al frente de mi mente y mi segundo
ausente,egoísta,moribundo,
vertice de mis dobles y mi abismo,

cansado de encontrarme en este encuentro
no hallo ni verdad ni sentimiento
al fondo de este espejo de espejismo.

XXX

ASÍ ANDO

Como Cristo rodeado de ladrones,
como el plan de un enfermo terminal,
como un dandy falto de erecciones,
como Chávez en campaña electoral,

como Lennon saliendo del Dakota,
como el himen de Sor Juana de la Cruz,
como Azaña asumiendo la derrota,
como una pensionista dando a luz,

como el bueno y el malo sin el feo,
como el patio de un niño sin recreo,
como Bécquer escribiendo en Internet,

como un roquer cuidando de sus nietos,
como hostal sin lengua ni secretos,
como Octubre sin llegar a fin de mes.

XXI

DOMINGO

El domingo es triste,lánguido,aburrido,
¿tan falto de novia con quien se pasea?
su vaivén no rima con divertido
y el atleti pierde con la más fea.

Empapamos las hojas de los diarios,
se marchitan las flores del rey Señor,
redoblan campanas los campanarios,
asustan los olés al matador.

Reluce la negrita en las esquelas,
acertamos solo nueve en las quinielas,
acribillan los lunes con su prisa,

manchamos con pipas los jardines,
aburren las manitas de los cines,
y el Dios de paz te da una ostia en misa.

XXXII

ANTONIO VEGA

Fué rebelde melancólico en calma
sollozando en alta voz susurrada
la canción agónica del alma
transmitida en nostálgica balada.

Banda sonora de mi orquesta
botín permanente en cada huída,
Antonio Vega, duda y respuesta,
ganas de vida con despedida.

Greñudo flequillo,cara huesuda,
arcangel endemoniado desnuda
a musas su sostén con estribillos

solo ganan las ganas de perder,
solo llora por ti,la chica de ayer,
tan falta de vampiros sin colmillos.

Rubén Anyolini