La Mudanza

Martes, 1 de Noviembre - 7:00 AM 

El horrendo grito desgarrador de mi alarma me despierta con el humor más despreciable que puedo edificar, así es como era de esperarse todas las mañanas. Hoy es otro día donde pienso que quizá usar "El canto de Gallo versión Death Metal" no fue una brillante idea después de todo, lo era en mi juventud adulta pero ya a esta edad decadente mía no es tan emocionante como lo era en aquel entonces cuando asustaba a todos en la casa. Ese chiste claro, ha muerto, como el resto de la gente que habitaban este hogar. Ya este miércoles se marcan diez y cinco años respectivamente desde que las personas con quien compartía residencia dejaron este mundo. El buen Chepe y la dulce María. No eran mis padres, no teníamos sangre que nos uniera, simplemente éramos personas que se conocieron en los caminos del destino y entre los tres trabajábamos duro para mantener una forma de vida digna y tranquila. Era una pareja digna de envidia, como si un cuento de hadas se hubiera personificado. Se conocían completamente, sus peleas duraban cinco minutos a lo más, y a leguas se podía ver que ambos eran una sola carne como dicen esos padres en las iglesias cuando les amarran. Todo era perfecto para ellos salvo el hecho que María nunca pudo tener hijo propio. Un dato que hace entristecer a uno cuando lo sabe, pero respetar a esa unión aún más ya que era un obstáculo enorme que lograron superar, un obstáculo que con mi llegada se volvió oportunidad para ellos. Nunca me lo dijeron verbalmente, pero estoy muy seguro que de una u otra manera yo suplí el rol de hijo para ellos. No ocuparon decirlo, pero siempre me  honrara saber que pude darles un sentimiento de realización para ellos. 

Me acerco a la mesa del comedor, un lugar que anteriormente a esta hora ya tenía un desayuno listo, justo lo que yo ocupaba todos los días para ir en camino al trabajo y tolerarlo sin querer matar a alguien a buenas 8:00 AM. Pero eso ya no importa, no ocupo un desayuno nutritivo si no ocupo tolerar más gente en ese lugar (debo admitir que fue una experiencia tan grandiosa el renunciar). Ahora lo único que hay es un plato sopero vacío y la caja del cereal que he estado desayunando (y cenando honestamente) esta última semana. No es un mal cereal, es de ese típico de maíz inflado pero bañado en leche condensada. Tuve mucha suerte, pensaba que lo habían descontinuado, siguiendo la tradición de cómo la gente no aprecia lo que es verdaderamente bueno y se quedan con todo lo que sabe fatal solo porque no tienen la valentía de expandir sus horizontes (gustativos en este caso, claro está). Mientras me sirvo el cereal no puedo evitar pensar en cómo María ya me estuviera llamando la atención sobre lo que decido dejar que mi estómago digiriera y como probablemente solo comer cereal de maíz con leche condensado me llevaría directamente a un "empacho" horrendo. 

"No te preocupes viejita, no hay nada que una taza de jugo de limón con sal no arregle", dije en voz alta, un tanto melancólica. 


La muerte es algo lleno de misterio. Nadie ha regresado para decir que se siente, si vamos a algún lado como pasan gritando todos los señores de saco en ese canal del cable que siempre me salto porque francamente ni debería de existir. ¿Será que renacemos en otra persona sin recuerdos del pasado? ¿Estaremos en un tipo de vacío, suspendido de la realidad donde todo es un abismo negro? O ¿sólo nos volvemos energía, que están girando alrededor de todo lo demás, como esta última hojuela de maíz está haciendo en mi leche restante? Vaya que las mañanas siempre me ponen en una actitud de duda existencial. Creo que debería de dejar el desvelo, y ese rock progresivo tan "raro" como le decía Chepe. Siempre que pasaba por mi cuarto y escuchaba esos arreglos complicados y tablas de tiempo irregulares solía decirme que eso solo me va a dar pesadillas en la noche y que lentamente me va a volver loco. 
"La verdad no creo Chepe, ya estoy jodido de la cabeza de todos modos", dije en un tono burlan. Esperando que algo me contestara con una rabieta chistosa.
Pero no hay más respuestas, hablo en voz alta sabiendo que nada me va a responder. Lo hago porque esta casa necesita que alguna resonancia humana decore sus paredes de vez en cuando, de lo contrario sería otra cosa que la adornaría, todavía no sé si sería mi sangre o mi mierda y la verdad no quiero invertir tiempo en saber cuál va ser la ganadora en esa encuesta. Siempre entraba en esta realización, todas las mañanas unos minutos después del desayuno. Aferrándome a una idea repetitiva, creyendo que mi voz mágicamente haría que en esta casa hubiera más vida, tuviera más ruido. Parece que mi mente no tiene suficiente con los sueños bizarros que ocurren a diario, aquellos mensajes que no se interpretar (porque la mayoría ni los recuerdo) bajo aquellos paisajes macabros de pestilencia y muerte que solo El Tapir enmascarado me sabe librar, es evidente que también ocupa que haga rituales sin sentido mientras estoy consciente para seguirme torturando. Pero no por mucho más, este es mi penúltimo día en esta casa, y vaya como deseo que las horas pasen más rápido. Fue una decisión difícil pero por fin me armé de valor y la tomé. Aplicar para un trabajo en esa ciudad modelo que apenas va existiendo dentro de San Pedro es algo que a cualquiera lo manda a un estado de re-evaluación acerca si ese es el mejor curso de acción. En mi caso con cada día que expirado se volvía más certero, después de todo no tengo nada que perder ni nada que me ate a este lugar. A esta casa. El reloj me recordaba que ya debía apresurarme, todavía tenía unos cabos sueltos que amarrar antes de partir de aquí por completo, mañana era el día de los muertos y al menos los viejitos merecían su respectivo arreglo de flores. 


Martes, 1 de Noviembre - 10:00 AM 


Girasoles rodeados de una mezcla de rosas blancas y rojas con sutiles detalles de esas florecillas blancas en el fondo con grandes hojas verdes abrazando todo por fuera. Un buen arreglo para María. Chepe siempre en su temple machista inexorable nunca supo expresar si tan siquiera quisiera tener flores en su tumba (y no lo culpo, no veo ese tema salir a relucir en una conversación de "machos") pero de igual manera para el tengo un arreglo de tulipanes azules y negros con unas filas de orquídeas blancas decorando el fondo. Espero que no se marchiten estas flores. Lo más sensato hubiera sido comprarlas justo en el día pero en mi experiencia sé que se volvería imposible conseguir un arreglo en poco tiempo mañana, solo me asegurare de rociarles un poco de agua en la noche para que tengan una buena forma. 
El tiempo se me hace escaso, debo asegurarme de tener el camión de mudanza listo y reservado para mañana en la tarde que emprenda este nuevo capítulo de mi vida en la ciudad modelo. Como si fuese telepático, el encargado de los camiones me contesta al primer timbre y me deja saber que todo está listo. El alivio exhala de mi boca al sentir que cada acción mínima que completo en este día me acerca más a la libertad que necesito, a esto que desconozco pero que a la vez me da más esperanza que quedarme aquí y ver como mi espíritu se vuelve como esos mangos que me compraba María y que nunca me comía, olvidado y podrido. 

Martes, 1 de Noviembre - 11:50 AM 

Mi estómago ruge violentamente. No parece un órgano, más bien tiene aires a un espacio cavernoso donde una piedra se perdería y nunca confirmaría que toca fondo. Envuelto en un dilema poderoso entre pereza y hambre, la comodidad de mi cama estaba corriendo una fuerte competencia contra mi estómago. Cierro mis ojos, tal vez dentro de unas horas mi hambre ha desaparecido y puedo pensar en cosas más relevantes o terminar de prepararme para la mudanza.
"¿Estás seguro que te querés ir?", pregunto la máscara del tapir. 
"Claro que si, aquí no hay nada más que tristeza", le respondí rápidamente.
"No tendría problemas con esa decisión, pero al lugar que decidiste meterte no me da buena espina", dijo el tapir. 
"Y ¿qué opinión tiene una cosa con mascara de tapir al respecto? Ni sos real para que me podas juzgar", respondí a entre dientes. 
El cuerpo detrás de la máscara empezó a crecer de manera desmesurada a tal manera que una gran sombra me cubría a mí y unos buenos veinte metros a mí alrededor. La capa que cubría el cuerpo se abrió por completo mostrándome aquel cuerpo que era lejos de lo que pensaba ser. No era algo anatómicamente correcto, o algo físicamente posible para esa gracia. 
Un sinnúmero de ojos empezaron a aparecer, todos viéndome, fijándose en mí con gran ira, confusión, pesar, y tristeza. El estruendo de mil voces me golpearon por completo, todas hablando en tonos distintos a la vez:
"¡Maldito ingenuo! ¡Que no entendes! ¡Yo he vivido siglos!, ¡he visto cosas tanto en este plano como en el plano vulgar en el que te desenvolves vos y esto que viene a esta ciudad, esa "ciudad modelo" es algo que va retar la mera esencia de la cordura colectiva de todos ustedes! Yo ya tengo mis manos atadas con mis propios problemas, con mis propias pesadillas y las de toda esta ciudad. No habrá nadie que pueda salvar a todos los que entren a esa zona.",  La capa se cerró y el cuerpo disminuyo en tamaño a tal punto que solo la máscara quedaba en el suelo.
"Ustedes no entienden todavía el poder de las emociones, ya se les ha olvidado todo lo que ahora catalogan como mágico o que solo creen existir en obras de ficción. Pero están por ver los alcances de la putrefacción humana, vos especialmente estas por probar lo que tus ojos cegados nunca van a poder apreciar hasta que sea demasiado tarde", expulso la máscara de sus grietas. Con ese último discurso la máscara del tapir se comenzó a quebrar hasta volverse polvo. La tierra debajo de mi inició a rajarse y caía rápidamente a lo que asemejaba una fosa de lava. 

Martes, 1 de Noviembre 5:00 PM

Desperté de un brinco, cubierto de sudor. Vaya sueño el que acababa de tener, o ¿habrá sido una pesadilla? Honestamente en estos momentos eso es de poca importancia. Ese tapir solo hecho más gasolina al fuego de mis ansias, mi deseo por irme ya de esta casa. Hay que ver lo positivo al menos de esto, esta trifulca onírica me ha hecho olvidar del hambre que tenía o al menos eso agradecí por unos segundos hasta que mi nariz percibió un olor que volvió a activar en mí el demonio voraz estomacal. ¿Será que deje algo en el horno o la estufa? ¿Mi nariz se habrá agudizado y estoy percibiendo olores de otra casa? Sería mejor confirmar esto y me dirigí rápidamente hacia el área del comedor. Con cada paso que daba hacia la mesa el olor se volvía más intenso, ya esta curiosidad se convertía en ansiedad, ¿Qué estará pasando? ¿Me habré vuelto loco? Llegue al fin a la mesa y lo que había ahí entro al mundo de lo inexplicable cuando mis ojos me dictaban el hecho de que en aquella mesa yacía un plato de comida, recién hecha. Un plato suculento de pollo guisado, arroz blanco, frijoles negros y tres tortillas de maíz. La pechuga de pollo, mi parte favorita, tenía el semblante de un manjar glorioso de los cuales los bardos de tiempos antiguos harían canciones en su gloria. El hambre sireniza cualquier comida, definitivamente. Aligere mis pasos hacia la mesa y me acomode en la silla. El olor a esta distancia me enloquecía, quería entrar con furia a ese plato, destruir aquel orden hermoso con mis manos desnudas y saciar mi hambre, pero el vapor que emanaba de la carne me sugería usar utensilios, como el ser humano civilizado que debería de ser. 
A mi incómoda sorpresa este almuerzo divino no contaba con tenedor o cuchillo. Me levante rápidamente y con el mismo ímpetu me camino hacia la cocina. En algún lugar de este desorden tiene que haber algún tenedor!

Abro unas gavetas, pero nada más que unas galletas de soda de hace un año aparecieron. Revise en unos estantes sin ningún éxito, toda esta energía para evitar hacer las de antropólogo en el lavabo lleno de platos sucios y mugroso. La desesperación se aferra de mí, ya el hambre me quiere llevar a la locura y me rindo a mi necedad y decido ir a escarbar el montículo de los platos. Invertí unos buenos cinco minutos en aquella estructura asquerosa y llena de mugre, toque cosas que no creo que eran de origen animal también, pude apreciar la eternidad de las papas fritas que estaban ahí de aquel lugar conocido de hamburguesas, como algunas salsas nunca se arruinan al estar pegadas a un plato, tuve momentos de reflexión y hasta pude apreciar la belleza de aquello nefasto pero lo que nunca encontré fue ¡un maldito tenedor! , ¡ni siquiera una puta cuchara! De igual manera ya para este tiempo la comida ha de estar tolerable, bien puedo distribuir toda esa comida entre las tortillas y comer tranquilamente. 
Vuelvo a la mesa, y agarro una tortilla, listo para acatar mi plan. Nuevamente el asombro me invade al ver que a la par del plato ¡hay un tenedor y cuchillo, relucientemente limpios! A estos instantes los llame dudosos, no estaba seguro si estaba despierto todavía o si el hambre por fin me había sacado de mi razón. El estómago solo me dio unos segundos para ponderarlo, procedí a saciar mi necesidad voraz con aquella delicia de almuerzo frente a mí. Cada mordida era una explosión de sabor increíble. Saber que aquella hambre que parecía nunca desaparecer estaba esfumándose era algo muy agradable también. Terminando mi alimento limpie los utensilios con mi lengua, no podía dejar cualquier sabor abandonado, incluso pase mi lengua como trapo por el plato, tan satisfactorio. Bueno, era hora de ir a dejar ese plato a aquel monumento en la cocina, quizá debía de lavarlos, igualmente ya pronto me iría de esa casa y esa tarea no tenía forma de evitarse. Recogí los platos y volví a la cocina, di un paso adentro solo para ver una fila larga de tenedores y cuchillos suspendidos en el aire, apuntando a mí. 

No tuve tiempo de reaccionar, solo me quedaba procesar la sensación de mil metales penetrar mi piel simultáneamente. Era un dolor intenso y punzante. Mis rodillas tocan el piso que rápidamente se ve bañado en sangre. Mis manos titubeantes se aferran de un cuchillo en mi frente y otro en mi pecho. Suelto un grito de agonía al removerme estos objetos y caer por completo en el suelo. El frio del mismo siendo tan reconfortante y pacífico, solo ocupo descansar un poco los ojos y dormir, si, dormir.


Martes, 1 de Noviembre 0005:000PM

Un grito ahogado escapa de mi garganta y me veo erguido de mi cama inmediatamente, cubierto de sudor. "¿Qué acaba de suceder?" , me dije a mi mismo en un susurro alterado. Pasé mis manos por todo mi cuerpo como si quisiera revisar si la fileteada que acababa de sufrir fuese algo certero, para mi alivio y aumentar mi confusión, mí cuerpo estaba intacto. Vaya suceso, un sueño dentro de un sueño. Que momentos estos en los que tengo estas experiencias definitivamente. Me tome unos minutos sentado en mi cama, respirando profundamente, tratando de  recuperar mi cordura hasta que un olor familiar volvió a invadir mis fosas nasales. 

"No puede ser..." solté suavemente.

Abrí la puerta de mi cuarto lentamente, entre más iba viendo la sala mis ojos casi saltan de mi cráneo. En una mesa había un plato cubierto por una campana plástica. Como si se me hubiera dejado una cena lista para cuando despertara. Me acerque al plato a paso contado, con mucho sigilo y ansiedad abrumadora. Cada gota de sudor que rodaba por mi frente era un testamento cuantificable de como la sanidad mental escapaba de mis poros. Cada paso me hundía más en la desesperación. El sonido de mis zapatos golpeteando el suelo eran estruendos eternos, como si la tormenta perfecta se acercara con promesas de arrasar todo lo que no es de origen natural de raíz. Mi mano era un terremoto aislado con intensidad incremental a medida se acercaba a destapar ese plato. Nunca un tiempo de comida prometía darme un infarto antes de comerlo, hasta ahora. Escurrí una última gota de valor y destape la campana para ser abrazado con incomprensión, y un par de tentáculos, los cuales se pegaban a mí como pulgas a un perro desnutrido. 
No había sonido que yo emitiese, estaba paralizado en medio de tanta confusión y momentos surreales, solo sentía la asfixia de tener un par de tentáculos alrededor de mí cuerpo. Tenían tremenda fuerza lo pude comprobar al sentir cómo me sacudía con ligera facilidad. Lo confirme nuevamente al sentir el viento rozar mi cara al ser lanzado virilmente hacia la puerta de entrada. El golpe era inminente, el color blanco de la puerta cada vez más presente. Solo me resta cerrar los ojos y esperar el impacto. Diez segundos incómodos expiraron mientras yo esperaba recibir un impacto, lentamente comencé a notar que ya no había viento tocando mi cara, no estaba volando por la casa. Estaba parado, frente a la puerta de mi cuarto otra vez. No podía soportarlo más, ocupaba salir de aquí, nada de esto guardaba sentido o lógica para ese caso. Corrí desenfrenadamente hacia la ventana. La abrí casi de golpe y prácticamente me tire del umbral violentamente. Un leve dolor recorrió mi cuerpo confirmando que impacte el suelo, me levante y sacudí para notar que estaba en la cocina. 
Definitivamente seguía soñando pero en contraste de lo que parecía ser un sueño eterno mi paciencia se desgastaba con cada segundo que transcurría. Inspeccioné  a una de las gavetas en la cocina y saqué el cuchillo más grande que encontré para enterrarlo directamente en el pecho, en mi mente tal vez así me despertaba de una vez por todas. Como era de esperarse idea surtió efecto. Estaba nuevamente en la cama, tragando aire desesperadamente bañado en mi propia transpiración. Abrí la puerta lo más rápido que pude, para notar que la perilla simplemente se estiraba cuando la halaba mientras la puerta se mantenía cerrada. Intente abrir la ventana nuevamente pero parecía estar sellada para siempre. 
De repente notaba como el cuarto se iba encogiendo cada vez más, las paredes acercándose a mí lentamente, pero, con definitiva promesa mortal. Arañé las paredes hasta quedarme sin uñas, hasta bañarlas en sangre pero nada las hacia detenerse. Cada vez más compacto, podía sentir como mis huesos se pulverizaban y dañaban mi cuerpo internamente. Que forma de morir tan horrible, o al menos eso hubiese deseado. 



Martes, 1 de Noviembre 010101:00001 PM

He perdido la cuenta. Cada vez el dolor y la angustia se hacen menos aparentes. Ya sé en que momento exacto se mueven las paredes, ya sea en que momento exacto muero. Solo para despertarme nuevamente. Para quererme olvidar de algún momento pensar en irme de esta casa y evitar que esta me siga castigando.

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