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Dos sonetos por mi hermana

XLI

FLOR DE MI VIDA

Aida es espejismo en el desierto,
luz del sentimiento,caricia dada,
beso de puntillas,sueño despierto
y tus mejillas...próxima parada.

Mirada primordial de mis retinas,
ángel huyendo del despiste de Dios,
lo mejor de mí,rosa sin espinas,
prohibido crecer,hacerse mayor.

¿por qué sois coqueta siendo guapa?
esperanza ajada en mi solapa,
no existe pero por ti se hará el cielo,

conviertes a la infancia en señorita,
sin tus besos me gana el desconsuelo
y la flor de mi vida se marchita.



XLII

PALABRAS PARA AIDA

Morena de piel blanca salvavidas,
rosario de mis ruegos y plegarias,
remedio pertinaz a mis heridas,
caricia de mis manos solitarias,

almohada de mi sueño más palpable,
eterna más mortal que mi presente,
milagro de este mundo miserable,
by pass de mi latido decadente.

Mis días en tus días se destinan,
mis huellas sin tus pasos no caminan
Julieta de todos mis balcones,

acento principal en mi poesía,
tan de todos y a la vez siempre tan mía,
hermana,por favor,no me abandones.


XLIII

MALLORCA

Para Merce,cuando era eterna

Mallorca es un hotel que desemboca
en la cala más hermosa del olvido,
donde las locas bocas se equivocan
maquillando a la pena con gemido.

Malcortan nuestros labios las espadas
de nuestro amor costoso tan barato,
las huellas se convierten en pisadas
tan eternas,que duran solo un rato.

No me hagas hablar,no confesemos,
mejor dar la besada por respuesta
antes de teñir de luto nuestra alma,

en la isla de las paces nos veremos,
desnudos frente al mar,no hay mejor fiesta,
que los dos por siempre en la isla de Palma.


XLIV

AGOSTO

Agosto porta Arguelles en los labios,
enmudece porque besa demasiado,
perfuma y soborna los agravios
de mi vida con aroma del pasado.

Agosto siempre folla desde el suelo,
derrocha los besos que ha perdido,
miente a favor del desconsuelo,
amó a todas y ninguna le ha querido.

Pierde ganando la guerra a los reproches,
escribe su esquela en los diarios
para luego morir de frío por las noches

y resucitar en el momento inoportuno
para dejar llorando al calendario
huerfanito del día ventiuno.

Rubén Anyolini